The Road.

“DIOS MÍO, lo que acabo de ver.”

Eso fue lo primero que pensé nada más aparecer los créditos finales en la pantalla, ayer noche, cuando las luces del cine empezaban a encenderse y la gente se dirigía a la salida.
No sé si fue cosa mía, pero el ambiente era sombrío, se oían apenas murmullos y gente cogida de la mano. No precisamente porque acabáramos de ver una película romántica, de esas que invitan a abrazar a tu pareja y poco más. No, nada de eso. Estamos ante un filme DESGARRADOR, que te encoge el corazón y te hace buscar esa persona que tienes al lado para que no te deje solo y pueda darte algo de alivio.

Dios, me acabo de leer y parece que se vaya a acabar el mundo! Pero, en serio, estamos ante una cinta que MERECE LA PENA. Una película casi sin efectos secundarios, donde los únicos colores aparte del gris y el blanco son los de las latas de comida y el azul insondable de los ojos del actor principal.

En un futuro quizá no lejano, en un sombrío mundo post-apocalíptico, un padre trata de poner en lugar seguro a su hijo. El planeta ha sido arrasado por un misterioso cataclismo, y en medio de la desolación un padre y su hijo viajan hacia la costa para buscar un lugar seguro donde asentarse. Durante su travesía se cruzarán con los pocos seres humanos que quedan, los cuales o bien se han vuelto locos, o se han convertido en caníbales...

 

Apenas hay música, no tiene cabida en este mundo hostil que nos muestran, donde lo único que puedes hacer para mantener la cordura es tener un objetivo: Salvar a tu hijo, cueste lo cueste. Llevar el fuego en el interior. Dirigirte al sur, donde existe alguna posibilidad de sobrevivir al invierno.

La fotografía es PERFECTA, si puedes hacerte a la idea de un mundo apocalíptico donde no hay animales y apenas plantas. Donde la escasa belleza que puede quedar se ve eclipsada por las barbaridades de los pocos supervivientes; donde todo es una jungla y más te vale ser el más fuerte. El más fuerte, o el más invisible. Si te encuentran… no dudes que, tras la tortura, acabarás en  estómago ajeno.

Los personajes… escasos, te dejan sin palabras. Un padre desesperado, un niño que ha visto cosas que ni un adulto podría soportar, una madre derrumbada que no recuerda el significado del amor y la esperanza, un anciano que se arrastra como si fuera lo único que puede hacer y no concibe la idea de rendición. Y, sobre todo, la “gente mala”. Y, sobre todo, soledad. Soledad, tos, hambre, coge la pistola, dos balas, no dejes que te cojan, recuerda lo que te he enseñado, no me dejes solo. Silencio.

"El niño lo justifica todo, y si él no es la Palabra de Dios, es que Dios jamás habló".

Puedo decir, sin miedo, que me pasé temblando la mitad de la película. La otra mitad, aguantando la respiración y tratando de aguantar unas lágrimas que no me hicieron caso.
Puedo decir que he visto una MUY buena película sobre las relaciones humanas y sobre lo que nos hace dejar de ser personas; con un muy digno final.

No vayáis a verla solos; yo lo hice, y en esta película no se lo deseo a nadie. Realmente la recomiendo. No esperéis risas, pero esperad sentimientos transmitidos con una fuerza descorazonadora.

naylah©