Olette contempló, una vez más, la realidad cobijada al abrigo del sol.
Vislumbró por enésima vez los niños columpiándose, entregando al viento sus despreocupadas risas. Oyó el tenue piar de la cría gorrión pidiendo compañía y alegría desde su nido, mientras su protectora batía las alas en busca de su demanda. Observó, con una mirada a camino entre felicidad y apatía, la escena que el parque ofrecía desde su ventana. Hasta que, finalmente, atisbó el beso fugaz de una pareja acurrucada con cariño en un frío banco.
Desvió la mirada, molesta, consciente de que esa imagen ya estaba grabada en su retina. Sabiendo que, aunque no los conociera, ya serían fruto de sus presentes y futuros tormentos.
Sacudiendo la cabeza, como queriendo borrar los instantes que cruzaban su mente, notó el suave tacto del pergamino bajo sus manos. Frunció los labios con un ademán de molestia: La pequeña mancha de tinta que surcaba la esquina del pergamino captó su atención un breve momento, tan breve que fue sustituido de inmediato por la inevitable comparación: ¿Qué era ella, aparte de un simple estorbo en la esquina del mundo? ¿Acaso alguien iba a “molestarse” si el autor decidiera arrojar la mancha a la basura?
Un potente “¡Sí, quiero!” , procedente del exterior, distrajo las lágrimas que ya surcaban sus mejillas. Con rapidez, apoyó el rostro en el quicio de la ventana y se convirtió, una vez más, en una espectadora silenciosa: El joven que, unos minutos antes, abrazaba con ternura a la dueña de su corazón estaba en pie, sonriendo, ofreciéndola un polo de fresa con el que aliviar su creciente calor.
Olette se volvió a llamar idiota, por pensar que ese chico de profundos ojos grises pediría en matrimonio a la muchacha que lo miraba con amor. ¿Quién, aparte de Olette, pensaría eso de una inocente pareja que no conoce y que, simplemente, gasta las horas en un bonito parque?
Aún así, no pudo (o no quiso) evitar observar cómo ellos tomaban sus respectivos helados con fruición. Tal vez fue a causa de su romanticismo empedernido, pero DESEABA, NECESITABA que no todo terminara ahí.
¿Quien sabe? La suerte, o bien esa realidad que tan fría se le antojaba decidieran darle un pequeño gusto. O que simplemente, el chico buscaba un método alternativo de obtener una exclamación de sorpresa y una cariñosa anécdota que contar.
La chica sostenía un palo de helado del que pendía un pequeño anillo. Olette contenía la respiración. La chica abrió al máximo sus ojos y lo contempló a contraluz, mientras el sol sacaba destellos tanto del regalo como del dorado de sus cabellos. El joven, viendo que su respuesta no llegaba, desvío la mirada. La chica se inclinó sobre su oído y susurró algo que quedó entre ellos dos.
Pero Olette no se quedó a ver el final. No la culpéis, sólo pensó que, pese a no ser su historia, no soportaría un mal final. Si es necesario, achacádselo a su obsoleto romanticismo: prefería pensar que algo, en alguna parte, terminaba como los cuentos de hadas.
Prefería pensar que no era la única que soñaba con compartir la vida con su persona ideal. Prefería pensar que no era la única que pensaba en su él al escuchar esa canción de la radio. Prefería pensar que no era la única que dedicaba el primer y el último pensamiento del día (además de muchos otros) a su persona especial.
Pero, sobre todo, prefiere pensar que no es la única que necesita sentirse querida. Porque a Olette no le importa dar; pero si da y da y da y no recibe… se agota, se muere por dentro y se emborrona por fuera.
Y sé que Olette quiere cambiar su situación: empieza un nuevo pergamino cada día. Lo empieza de una manera distinta cada vez… al de la mancha, su compañero de aventuras de esta tarde, decide deleitarle con un inicio simple y conciso: “Te echo de menos, mi vida”. Apenas escrito, es tachado y arrojado a la aglomeración que rebosa en su papelera. Y no porque le parezca demasiado cursi (¿Recordáis lo de romanticona empedernida?), si no porque, un día más, ha llegado a la misma conclusión: Por mucho que escriba, nada servirá si él decide no escuchar. De nada, porque ella sabe que, cada día, le está perdiendo un poco más.
Y, en ese momento, vuelven. Vuelven y no soy capaz de ayudarla otro estúpido día más. Vuelven, porque no soy capaz de detener sus sentimientos. Porque, pese a todos los pequeños detalles que ve desde su ventana, pese a toda la felicidad que note a su alrededor… en su interior piensa que ésta no estará jamás con ella.
Sí, aparecen las voces. Las voces que la perturban, la hacen enmudecer y atormentan. Sí, esas voces que provienen de los pergaminos tachados y de su soledad. Esas voces que entonan, cual cruel melodía:
“Bienvenida, pequeña Olette. Bienvenida a la cruda realidad”.
Pero ¿sabes? A Olette le sigue pareciendo injusto…
naylah©
la CRUDA -y puñetera.- realidad, cuesta Olette, cuesta y MUCHO! Pero ¿sabes? NUNCA terminas por acostumbrarte a ella, porque, siempre, SIEMPRE, te sorprende con algo nuevo...
ResponderEliminarBesos desde Francia
Tal cual
ResponderEliminarQue sea la realidad no implica que sea justa
(ya que esta pocas veces lo es)
Excelente relato!
Besos!
Bienvenida a lo que te rodea y lo que te va a rodear durante el resto de tu vida. Bienvenida a un mundo donde las lágrimas son la moneda de pago y las sonrisas sólo están permitidas si se dibujan.
ResponderEliminarLeer tu relato meintras escucho ésto
ResponderEliminarhttp://www.youtube.com/watch?v=qDiSfjkYQHs
Hace que me lo imagine aún mas macabro de loq ue ya me lo imaginaría de por si.
Pd: Si, me encanta leer, y gracias por recomendarme el libro, estaba indeciso ^^
me encanta el texto! es una putadilla la realidad pero hay que vivirla con fuerzas!!
ResponderEliminarte sigo!
besos de musa
Es cruda la realidad, sí... :(
ResponderEliminarMe alegro de que te guste mi texto^^ Muchas gracias por tu comentario^^
Besotes!!
Like it.
ResponderEliminarBienvenida a la realidad.
Parece que el mundo no ha nacido para el romanticismo, porque tiende a hacer daño a aquellos que, por unas cosas u otras, aún creen en el. Y además se regodea, porque a cada instante vemos un millón de cosas preciosas que le pasan a todo el mundo (menos a nosotros) y solo conseguimos sentirnos peor al pensar que esas cosas, por mucho que las queramos, no nos llegarán a pasar a nosotros...
ResponderEliminarEsperemos que esa persona especial se digne a escuchar a Olette...
Un besazo
La realidad muchas veces supera a la ficción y sigo diciendo que no se que haces que todavía no te has puesto a escribir un libro o algo u.U
ResponderEliminarme ha encantado *_________*
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