Es lo que tiene que noviembre se acabe. Por mucho que fastidie, por mucha rabia incoherente que me dé le sigue diciembre.
Nunca me ha gustado. Es algo irracional, pero que se le va a hacer.
Diciembre me pone triste. Irremediablemente triste. No soy la persona más alegre del mundo, si yo lo sé (y ya se encargan mis padres de decírmelo). Pero intento poner a los problemas buena cara, aunque sea para que nadie se preocupe y que las cosas sigan su cauce.
Pero diciembre me vuelve débil y melancólica. Nunca he sido amante de las despedidas (más bien al contrario, las tengo un temor reverencial); y el pensar que el 2009 se acaba, que llega el final de un año que ha tenido tanto cosas buenas como malas…
Por no hablar de la Navidad, que por si fuera poco me deja el ánimo por los suelos. Los reencuentros con una familia que sólo busca meter el dedo en la yaga y pegar donde más duele. Darte cuenta que, un año más, no cumples las expectativas de los que dicen ser tus “seres queridos”. No saber distinguir entre humilde verdad y sucias mentiras. Ver que a tu alrededor no hay más que hipocresía y mezquindad. Sentirse abandonada pese a estar rodeada de gente.
Tampoco soy chica de grandes cambios. Dentro de lo que cabe, la rutina me da una cierta seguridad engañosa, y como ya he dado a entender, me cuesta dar un paso adelante. Eso sí, no acostumbro a retroceder, y eso acarrea consecuencias. Las personas que me conocen sabrán que he tenido un año movidito, he hecho y dicho cosas que no mucha gente aprobaría y, aun así, no hay muchas cosas de las que puedo decir que me arrepiento. ¿Quién puede asegurar que el año que viene no pierda todo lo que me ha costado tanto conseguir? ¿Quién asegura que no sea el principio de fin? Preguntas que congelan por dentro.
E influyen millones de pequeñas cosas. Supongo que tampoco puedo prolongar mucho más la esperanza de un tierno (oigo a cierta persona decir: “o no tanto, Rita, no te emociones” =P) reencuentro. Con vuestro permiso, yo no desisto. Tozudez o estupidez, dirían unos. Una muda súplica a la confianza o a las circunstancias, quizá.
No sabes lo que daría por ser capaz de hibernar. Dormirme un buen día de finales de noviembre y ¡Pum!, principios de enero a la vuelta de la esquina.
Pero habrá que pasar por ello. Sentir la fría lluvia en el pelo, la niebla royendo los huesos. Los crujidos de las hojas marchitas, la caída de las sombras. Seguir el camino. Invierno: noviembre, diciembre y enero. Y por una vez en la vida, desearía que no me tocara hacerlo sola.
Ojalá hubiera un remedio y pudiera evitarlo.
Nunca me ha gustado. Es algo irracional, pero que se le va a hacer.
Diciembre me pone triste. Irremediablemente triste. No soy la persona más alegre del mundo, si yo lo sé (y ya se encargan mis padres de decírmelo). Pero intento poner a los problemas buena cara, aunque sea para que nadie se preocupe y que las cosas sigan su cauce.
Pero diciembre me vuelve débil y melancólica. Nunca he sido amante de las despedidas (más bien al contrario, las tengo un temor reverencial); y el pensar que el 2009 se acaba, que llega el final de un año que ha tenido tanto cosas buenas como malas…
Por no hablar de la Navidad, que por si fuera poco me deja el ánimo por los suelos. Los reencuentros con una familia que sólo busca meter el dedo en la yaga y pegar donde más duele. Darte cuenta que, un año más, no cumples las expectativas de los que dicen ser tus “seres queridos”. No saber distinguir entre humilde verdad y sucias mentiras. Ver que a tu alrededor no hay más que hipocresía y mezquindad. Sentirse abandonada pese a estar rodeada de gente.
Tampoco soy chica de grandes cambios. Dentro de lo que cabe, la rutina me da una cierta seguridad engañosa, y como ya he dado a entender, me cuesta dar un paso adelante. Eso sí, no acostumbro a retroceder, y eso acarrea consecuencias. Las personas que me conocen sabrán que he tenido un año movidito, he hecho y dicho cosas que no mucha gente aprobaría y, aun así, no hay muchas cosas de las que puedo decir que me arrepiento. ¿Quién puede asegurar que el año que viene no pierda todo lo que me ha costado tanto conseguir? ¿Quién asegura que no sea el principio de fin? Preguntas que congelan por dentro.
E influyen millones de pequeñas cosas. Supongo que tampoco puedo prolongar mucho más la esperanza de un tierno (oigo a cierta persona decir: “o no tanto, Rita, no te emociones” =P) reencuentro. Con vuestro permiso, yo no desisto. Tozudez o estupidez, dirían unos. Una muda súplica a la confianza o a las circunstancias, quizá.
No sabes lo que daría por ser capaz de hibernar. Dormirme un buen día de finales de noviembre y ¡Pum!, principios de enero a la vuelta de la esquina.
Pero habrá que pasar por ello. Sentir la fría lluvia en el pelo, la niebla royendo los huesos. Los crujidos de las hojas marchitas, la caída de las sombras. Seguir el camino. Invierno: noviembre, diciembre y enero. Y por una vez en la vida, desearía que no me tocara hacerlo sola.
Ojalá hubiera un remedio y pudiera evitarlo.
Atte,
naylah©
se encargan tus padres de decirtelo, no Rita?? xD o sino para algo estamos nosotroos =) xD
ResponderEliminary si.. por desgracia 2009 se acaba... pero tu mira el lado positivo!! empezamos una nueva década!!! y encima el numero me gusta... suena bien... mira tu repitelo muchas veces ya veras como mola... 2010, 2010, 2010, 2010... es genial.... xD
y... si... las comidas/cenas/dias familiares son un ASCO, excepto q esté cn mis primas q son geniales xD
huy q si ha sido movidito... demasiado diria yo... COMO EL MIO!! jajjajaj
reencuentrooo muahahahha XD
pues sinceramente yo no hibernaria... excepto en las semanas de examenes T_T. En Navidad podemos salir todos los dias, tenemos regalitos, hay una GRAN tradicion del Monopooly.. xD
weno maja... sty demasiado deprimida como para escribir algo coherente, asiq aki tienes mi "murmullo entrecortado"
*FaT!Ma***